jueves, 13 de diciembre de 2012

Una persona en la multitud

Basado en el relato de San Marcos 5:25-34

5:25 Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,
5:26 y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía y de nada le había servido, antes le iba peor,
5:27 cuando oyó hablar de Jesús se acercó por detrás entre la multitud y tocó su manto,
5:28 porque decía: “si toco tan sólo su manto, seré salva”.
5:29 Inmediatamente la fuente de su sangre se secó, y sintió en el cuerpo que estaba sana de su azote.
5:30 Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviendo a la multitud, preguntó:
-¿Quién ha tocado mis vestidos?
5:31 Sus discípulos le dijeron:
-Ves que una multitud te aprieta y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”
5:32 Pero él miraba alrededor para ver quién lo había hecho.
5:33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él y le dijo toda la verdad.
5:34 Él le dijo:
-Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad.

En este pasaje de La Biblia, encontramos una demostración de fe, que sólo
pudo ser percibida por Jesús. Si observamos en forma resumida esta historia,
encontramos a una persona común y corriente, con un grave problema de
salud que le había causado un gran sufrimiento, y que no había podido
solucionar por sí misma. Al igual que muchos de nosotros, esta mujer lo había
intentado todo, incluso hasta agotar sus recursos financieros. Hizo todo lo
que estaba a su alcance sin obtener nada. ¿Te has encontrado alguna vez en
una situación parecida? ¿Cómo te sentías?
Para esta mujer era incluso peor, porque en la época en que fue escrito este
libro, las mujeres con hemorragias íntimas eran consideradas inmundas
mientras durase el flujo de sangre, y esta mujer llevaba más de una década
perdiendo sangre. ¿Te imaginas si tu problema hubiera durado tanto? ¿Cómo
estaría tu esperanza de sanarte?
Allí aparece Jesús, nuestro amado salvador, a veces como un simple rumor en
el aire, pero con un poder más que suficiente como para activar la fe. La
mujer del relato se acercó en secreto; nadie la había visto, pero Jesús sintió su
fe.
¿Cómo...?
El Poder de Dios no se mueve por pena, merecimiento, compasión o amor;
esas cosas forman parte de la vida, pero no hacen fluir el poder del Señor en
su plenitud.
El cable que conduce la corriente del poder de Dios es la fe, y la fe para Dios
es justicia. Las personas justas pueden padecer mucho, pero Dios las libera. Es
interesante ver cómo Jesús comenzó a buscar entre la multitud a la persona
que realmente y con humildad creyó en él; había mucha gente a su alrededor,
en tremendo alboroto, pero Jesús sintió escapar algo de su poder; ese poder
había sido recibido por alguien que lo aceptaba sin condiciones. Observe el
Versículo 28 (porque decía: “si toco tan sólo su manto, seré salva”). Una
persona que cree, o que sabe que Jesús puede dar la solución, no necesita
muchas confirmaciones; sólo le basta acercarse lo suficiente a Cristo.
La fe es la vasija vacía que Dios colma de bendiciones, y aparentemente, el
Señor no puede frenar su poder si este va hacia donde hay certeza de que él
es el que puede todo lo que para nosotros es imposible.
Los discípulos del señor no entendieron lo que él preguntaba, porque lo
evaluaron con el razonamiento humano, cuando él estaba buscando a una
persona entre la multitud, y les pareció absurdo que con tanta gente encima,
preguntara quién le había tocado.
Al ver que Jesús se había dado cuenta de lo que pasó, la mujer, ya sana, se
puso a cuentas con él, reportando lo que en ella había sucedido, en una
actitud de total humillación. ¿Cuándo fue la última vez que nos humillamos
delante de Dios, y reconocimos cuánto ha hecho él por nosotros?
En el versículo 34 el señor le dice algo muy importante a la mujer: que la fe le
había hecho liberar, que se fuera en paz, y se mantuviera sana; esto nos
sugiere que cuando Dios responde a nuestro clamor, algo fundamental para
recibir por completo su bendición es la obediencia. En el versículo 34 le dice
“vete en paz y queda sana de tu enfermedad”, eso no es un simple saludo, es
una directiva muy clara, una orden que ella tenía que aceptar y cumplir.
En lo personal, se me ocurre que en muchas ocasiones mi alma estuvo en una
situación similar, sufriendo una enorme herida por mucho tiempo, hasta que
tuvo un suave toque del señor, y me imagino a Jesús diciéndole a mi alma: “tu
fe te ha salvado, vete en paz y mantente sana”.
Si crees que Dios puede librarte de la aflicción, confía en él, no temas, porque
en su interior él sabe dónde hay fe. Hay fe en donde el Poder de Dios se
manifiesta, hay fe en donde fluye su gracia. ¿Hay fe en tu corazón, hay fe en
tu alma, hay fe en tu vida?
Estás leyendo esto porque alguna vez creíste que Dios haría algo por ti, con
tan sólo un simple toque. Si crees que Dios puede hacer algo en tu vida, eres
como la flor que crece en el pantano, eres ese tesoro que el creador estuvo
buscando por tanto tiempo: eres esa persona que él está sintiendo en medio
de la multitud.

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